¿Una reforma necesaria y pertinente?
José Darío Arredondo López
Lunes 16 de diciembre de 2024
“La igualdad es como la gravedad, una necesidad” (Joss Wheldon).
Me entero de que los diputados federales aprobaron una iniciativa de reforma constitucional donde se incluye la palabra “presidenta” en el artículo 80 y demás relativos.
Recuerdo la afirmación que hizo la doctora Sheinbaum en el acto protocolario de su asunción presidencial, cuando habló de que “lo que no se nombra no existe”. Confieso que me dejé llevar por el encanto y la contundencia de tal afirmación.
Según esto, las cosas no tienen existencia en la realidad hasta que alguien las señala y establece cómo llamarlas. Entonces, un mundo sin conceptos, sin nombres, sin palabras carece de existencia mientras que la geografía, la geología, la biología, entre otras, no se encarguen de nombrar y alumbrar las cosas.
Aquella afirmación filosófica de que “la realidad es independiente de nuestra conciencia” queda como anécdota, después de tan categórica revelación en el discurso inaugural del nuevo gobierno porque aquí el nombre crea la cosa.
En este sentido, una vez que la palabra “presidenta” aparezca en el texto constitucional reformado, sabremos que quien gobierna es una mujer, asunto que había quedado pendiente a pesar de que muchos lo sospechábamos cuando votamos por ella el 2 de junio.
Creo que, gracias a la reforma en marcha, podremos estar tranquilos y seguros de quién nos gobierna, porque ahora podremos nombrarla y darle existencia, según se desprende de la afirmación presidencial.
Lo que mete ruido, aunque bien podemos ignorarlo, como tantas otras cosas, es que la presencia de la doctora Sheinbaum no indicaba otra cosa que una mujer representando el proyecto de la 4T encabezado por Morena, y que quedaba claro que elegiríamos a una mujer para ocupar la titularidad del Poder Ejecutivo Federal.
Los 36 millones de votantes sabían, sin duda, que la elección marcaría un hito en la historia política del país, y muchos lo entendimos como una muestra de la madurez alcanzada por el electorado nacional, donde el 56 por ciento de los votos en su favor fueron de hombres.
Desde este punto de vista, la supuesta invisibilidad de la mujer que alcanzó la mayoría electoral y asumió la presidencia parece no tener mucho fundamento, y los esfuerzos reformistas constitucionales emprendido por diputados y senadores se perfilan como una muestra obsequiosa que poco tiene que ver con la separación de poderes y la claridad de las prioridades nacionales.
Me parece que siempre ha quedado claro que la mujer es tan importante como el hombre, que a lo largo de la historia tenemos muestras relevantes de su participación en los asuntos públicos; que el texto constitucional consagra la igualdad legal entre uno y otro sexo es claro (al que recientemente le fue añadida la palabra” sustantiva”, lo que rompe el supuesto de la igualdad al poner énfasis en los derechos de la mujer).
La más reciente reforma subraya un hecho que cualquiera ya había visto como normal, incluso como deseable. A nadie se le pudo haber ocurrido declarar inexistente a una mujer como titular de tal o cual cargo, en tiempos en que ellas pueden asumir cualquier responsabilidad pública y existen y actúan sin que sea necesario torcer el brazo de la gramática y el diccionario.
Cualquiera pensaría que tras el voto mayoritario y la toma de protesta quedaba más que claro que Claudia Sheinbaum asumía la titularidad del Poder Ejecutivo nacional, pero ahora nos enteramos que era necesario agregar una “a” a los actos protocolarios de su gobierno para darle existencia como tal.
En este contexto, quizá la más asombrada en llegar a puestos de importancia nacional es la propia mujer que reclama un tratamiento especial que acabe con cualquier duda de su identidad. Pero el problema no es de los electores, sino de la propia persona que requiere de estos reforzamientos, revelando que la ideología se sobrepone al sentido común.
Es claro que estamos en un período donde la redundancia legislativa revela inquietudes y dudas existenciales, a pesar de que la realidad indica las seguridades del éxito logrado. En serio, ¿la reforma era necesaria y pertinente?
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