Vertiente
Bernardo Elenes Habas
Domingo 28 de diciembre de 2025
Traigo sol en las manos, lluvia en mis ojos tristes…
Poema de domingo.- El verso debe ser limpio, alto y claro, solía decir Bartolomé Delgado de León, el poeta y periodista cajemense que le cantó al Valle del Yaqui con estrofas rurales y emocionadas: “Te quiero, Valle del Yaqui,/ por mío: porque tu nombre/ se dice con voz de hombre/ ¡y porque vistes de ‘kaki’!/¡porque lloras con los yaquis/ que en tus entrañas, de hinojos,/ plantaron claveles rojos/ de su sangre sin añil!/ ¡Te quiero, porque en Abril/ lloras trigo por los ojos!”, como expresa una de esas décimas que se constituyen en un himno de luz que deben ser anidadas en el corazón y la memoria de las actuales y nuevas generaciones como acta de identidad. Por eso creo, como nos enseñara Bartolomé a los poetas que éramos en los años 70 y que acudíamos a su casita de callejón República de Cuba en Ciudad Obregón, a beber vino dulce y escanciar poesía durante las frías noches de invierno, que la palabra convertida en verso debe mantener su libertad para llegar al corazón del hombre, de la mujer, en los caminos de la vida…
Traigo sol en las manos, lluvia en mis ojos tristes;
ríos que se desbordan en la selva de asfalto;
y silencio, silencio de crepúsculos grises,
de tardes fracturadas, de lastimados cantos.
Así me trajo el viento desde valles lejanos,
tatuó en mi voz de humo una oración eterna,
desgranó sus espigas con la emoción de un salmo,
y hubo paz en mi sangre… se volvió mi alma buena.
Así me trajo el viento con aullidos insomnes,
lavó mi piel oscura con el agua del tiempo,
me bautizó poeta, sencillamente hombre.
Hoy comienzo de nuevo, reconstruyo el sendero,
una fogata cierta ilumina mi vida,
traigo sol en las manos, en el pecho… luceros.
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