lunes, octubre 27, 2025

La guerra de los metales críticos / Feliciano J. Espriella

Fecha:

Olor a dinero

Por: Feliciano J. Espriella

Lunes 27 de octubre de 2025

La guerra de los metales críticos

Las tierras raras, esos 17 elementos metálicos imprescindibles para móviles, chips, misiles y aviones, se han convertido en la nueva pieza maestra de la rivalidad entre EE.UU. y China. China controla la cadena mundial y usa esa ventaja como arma geopolítica.

Vivimos en un mundo donde los dispositivos que llevamos en el bolsillo, los automóviles eléctricos que prometen ser el futuro, los misiles que definen el poder militar y los satélites que monitorizan nuestro planeta, dependen de un pequeño grupo de elementos químicos: las conocidas como tierras raras. Estos 17 metales tienen nombres que a pocos suenan —neodimio, disprosio, terbio, entre otros— pero su papel es gigantesco. Sirven para fabricar imanes superpotentes, chips, baterías, motores eléctricos, y componentes de defensa avanzados.

Lo que pocos asumen es que la batalla por el futuro tecnológico y militar no se librará sólo en líneas de producción, sino en la geología y la cadena de suministro de estos metales. En esa guerra silenciosa, la protagonista es China. China controla aproximadamente el 70 % de la minería global de tierras raras, domina alrededor del 90 % de su refinado y procesamiento. Esta concentración le da una ventaja colosal: puede restringir exportaciones, manipular precios, condicionar proveedores, y convertir minerales que para Occidente eran comodidades industriales en armas geopolíticas.

¿Por qué es tan crítica esta dependencia? Porque sin esos metales no hay imanes ultrasónicos que funcionan en misiles, no hay chips miniaturizados para radares, no hay sistemas de propulsión eléctrica de última generación, no hay tecnología verde masiva ni defensa avanzada. En otras palabras: Occidente es uno de los mayores consumidores de estos materiales, pero no los produce en la escala necesaria. Esto deja una vulnerabilidad estratégica enorme. Una especie de “petróleo tecnológico” que no se ve.

Ante esta realidad, la administración del presidente Donald Trump en funciones de los Estados Unidos ha levantado la estrategia que podríamos resumir como “Mine baby mine”: fomentar alianzas con países como Australia, Canadá o territorios árticos; invertir en empresas mineras y de procesamiento occidentales; aceleración de permisos y estímulos para romper el monopolio chino. Pero el camino es largo: construir minas, plantas de procesamiento, cadenas “de la mina al imán” no sucede de un día para otro; según analistas pueden tardar entre 5 y 10 años, y requieren inversiones billonarias.

La locura especulativa en el mercado lo demuestra: empresas mineras occidentales han visto subir sus acciones de forma vertiginosa ante la expectativa de nuevas subvenciones públicas y contratos gubernamentales. Y no es solo una cuestión de bolsa: se trata del control de lo que definirá la economía del siglo XXI: vehículos eléctricos, redes inteligentes, armamento de última generación, aeronaves invisibles, satélites de vigilancia.

Este nuevo tipo de rivalidad —la “guerra de los metales críticos”— es una fase esencial de la lucha entre EE.UU. y China por la supremacía tecnológica, industrial y militar. Controlar las tierras raras significa controlar el futuro de la producción tecnológica avanzada, la transición energética y la defensa de las próximas décadas. China lo sabe, y lo usa.

¿Qué pasa si EE.UU. no logra asegurar rápidamente una cadena alternativa? Simple: podría quedarse atrás en potencia militar tecnológica y ver cómo China adelanta no solo en volumen, sino en sofisticación. Un ejército sin acceso fiable a estos componentes no solo se debilita, sino que deja de innovar. Tecnologías clave podrían paralizarse: aviones, misiles, satélites… están en juego.

Como respuesta, EE.UU. está diversificando: no solo Australia, sino también regiones como Alaska, Groenlandia o incluso Ucrania figuran en la estrategia para acceder a nuevas fuentes minerales. Pero la extracción es solo parte del problema: el procesamiento es clave, y ahí China sigue llevando ventaja.

En resumen: las tierras raras han dejado de ser curiosidades de la tabla periódica para convertirse en piezas clave de la geopolítica contemporánea. Para quien tenga pocos conocimientos sobre tecnología o defensa, el mensaje es claro: el poder ya no solo está en los cañones, tanques o aviones, sino en los imanes que giran, los chips que piensan y los metales que transforman energía. Y quien controle esos elementos, gobernará buena parte del mañana.

Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima.

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