Vertiente
Bernardo Elenes Habas
Domingo 7 septiembre de 2025
La lluvia cae…
*Poema de domingo. – Hubo, en el Cajeme viejo, un temporal inédito de lluvias prodigiosas. Desde los días de noviembre de 1948, inició una pertinaz llovizna que humedeció casas, chinames, calles desnudas y llanos de la incipiente ciudad y del Valle. Ese fenómeno meteorológico se extendió diariamente durante todo diciembre y parte de enero, causando alarma entre las familias, porque se perdieron cultivos, el comercio y todo tipo de actividades se paralizaron ante tan inesperado diluvio al que la gente denominó “la Creciente del 48”; de la cual, habitantes de profundas raíces en la comunidad, sobre todo del Plano Oriente, hoy colonia Benito Juárez, guardan en sus memorias… Eran los exagerados contrastes de la naturaleza que le daba a la región semidesértica agua a raudales, como la ha mantenido en los tiempos actuales con una sequía lamentable que causa desesperanza. Sin embargo, el milagro de la lluvia enaltece el espíritu, se regocijan los seres con el prodigio del agua que proviene del cielo, y su canción cayendo en calles y casas, lavando la fronda de los árboles, suele inspirar, como en este caso, algún poema de domingo…
como el llanto de Dios
sobre las calles.
Miro tras los cristales
tu figura sencilla.
Intento hablar
pero no tengo voz,
es como si todo
se volviera hacia adentro,
llenándoseme el alma
con pronunciar tu nombre.
La lluvia cae,
remoja tus cabellos,
su murmullo de siglos
se mete en tu silencio,
busca tus senos tibios,
besa tu vientre tierno…
Yo, tras los cristales,
envuelto en viejos ritos
de mis antepasados,
sólo alcanzo a mirar
que tú gozas la lluvia,
que te bebe y la bebes,
que te habla y le hablas,
que cantas su canción
y dejas que te explore
su pentagrama líquido…
La lluvia cae
como el llanto de Dios
sobre las calles,
miro tras los cristales
tu figura sencilla,
me alargo como el viento,
bajo por tus laderas
y bautizo mis labios
con el mar de tu cuerpo.
La lluvia cae,
moja cuerpos y calles
hasta que el sol revienta,
diluye tus arroyos,
te convierte en un sueño…
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