Vertiente
Bernardo Elenes Habas
Sábado 10 de mayo de 2025
Que solo me dejaste…
Ella, me regaló la parvada de gorriones que cruzaban el cielo rumbo al valle, en tardes de invierno. Siendo niño le pregunté, mientras mirábamos llenos de asombro el crepúsculo, a quién pertenecían las aves que alegraban nuestros ojos…
-Son tuyas –me dijo-, yo te las regalo. Pero debes cuidarlas, no permitir que les hagan daño…
Después, me enseñó a escribir sobre la tierra, en el patio del chiname, cuando salíamos a tomar el sol las mañanas frías de diciembre, poniendo su mano sobre la mía, haciéndola dibujar las palabras sol, amor, viento… Y ahí quedaban sembradas como semillas de libertad en los surcos del alma, que es la parcela de la gratitud…
Hoy, como siempre, la recuerdo. Y repaso en la tierra de mi memoria una canción que escribí hace años, cuando murió, y suelo musitar por las tardes acompañado de mi guitarra…
Qué solo me dejaste
la tarde del adiós:
las aves emigraron,
la lluvia comenzó;
hundido en mi nostalgia
lloré implorando a Dios,
que también me llevara,
allá…
donde ya no hay dolor…
La tarde que te fuiste,
mi alma enmudeció,
ya no pude entregarte
mi última canción;
añoro tu presencia,
sufro mi soledad,
no hay luz en mi sendero,
porque…
todo se oscureció…
La tarde que te fuiste
mi cielo se nubló,
la casa quedó triste
ya no tenía tu voz;
tus cantos, tus leyendas,
tus plegarias de sol,
se fueron con la lluvia,
mamá…
contigo me fui yo…
Se fueron con la lluvia,
mamá…
contigo me fui yo…
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