viernes, abril 18, 2025

Semana Santa, en el Cajeme de los años 50 / Bernardo Elenes Habas

Fecha:

Vertiente

Bernardo Elenes Habas

Jueves 17 de abril de 2025

Semana Santa, en el Cajeme de los años 50

*Alguna vez bajaron los fariseos yaquis al caserío de Ciudad Obregón. – Cada casa era un templo que se llenaba de luto ante la Pasión y Muerte de Cristo. – La XEAP y XEOX, programaban música sacra, durante los Días Grandes.

(En el Cajeme de los años 40 y 50, que despertaba al progreso desde sus raíces rurales, se conservaba entre las familias el fervor religioso que inundaba las calles y casas del pueblo en días de Semana Santa. Contaban y cuentan los viejos habitantes de Ciudad Obregón y de comunidades del Valle del Yaqui, como el misticismo ante la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, era parte de la formación católica de sus habitantes, quienes conservaban las enseñanzas de sus mayores y convertían los días de Cuaresma y, esencialmente, de Semana Santa, en verdadero tiempo de guardar, que se simbolizaba en silencio, rezos, un ancestral respeto ante el sufrimiento del Cristo durante su persecución y flagelo, cuya tristeza se liberaba a partir del Sábado de Gloria, cuando de nuevo, decían las madres y abuelas “ya tenemos Dios, de nuevo”. Hoy, los tiempos han cambiado, y se ha ido perdiendo, entre las nuevas generaciones, la pureza de las tradiciones, hasta llegar a extremos de violencia y falta de respeto ante la vida misma… Le entrego una crónica que recoge parte del sentimiento y del acontecer cotidiano que se respiraba en la ciudad de hace más de 70 años).

El viento de Cuaresma barría el silencio del pueblo. Levantaba el polvo de las calles desiertas y se concentraba en los llanos, que eran paisaje común, formando remolinos.

Pronto sería Semana Santa. Con sus días grandes reverenciados por las familias de raíces campesinas, radicadas en los extremos de Ciudad Obregón, al poniente, y en incipientes colonias que se asomaban a la vida, como la Hidalgo (Los Cartelones, o Barrio de los Locos, como le decían), la Morelos, Quinta Díaz…

Se escuchaba aún, el silbido frío del invierno que se resistía a marcharse. Pasaba por entre las ramas ariscas de los mezquites y de los cercos de carrizo, arrancándoles murmullos extraños. Hacía rodar bolas grandes de chamizos secos, por las calles desoladas.

En esos tiempos de horas somnolientas, cuando los días de los años 50 se marcaban en los almanaques de Helguera (bellas y coloridas estampas sobre papel lustre, resaltando la mexicanidad, mismos que colgaban en las paredes interiores de carrizo enjarradas con barro, de los chinames), alguna vez bajaron desde los pueblos yoremes los chapayekas o fariseos, como narraba con voz pausada y suave, mi abuelo Nacho Habas.

Hombres morenos y espigados. Cubiertos sus rostros con máscaras de cuero, simbolizando grotescamente a soldados romanos y judíos, portando en sus manos los cútam (cuchillos y espadas de palos silvestres), sin utilizar tambores, sonajas, danzas, se acercaban a las casas, mostrando el guardián una cajita de madera con una cruz resaltada, ante las que se persignaban las familias visitadas, depositando su ofrenda, en su mayoría monedas de cobre con valor de veinte centavos…

Los chapayekas que en estos días recorrieron las calles de la ciudad y sus colonias, no son integrantes de la Nación Yaqui, sino que provienen del norte de Sinaloa, de las tribus suaques, tewuekos y ocoronis, o bien de los mayos de Etchojoa…

Al llegar Semana Santa, el luto flotaba en el ambiente. Las mujeres –mi madre María Habas y mi abuela Fina Armenta, lo hacían- cubrían los espejos con sábanas. No realizaban labores de costura. No utilizaban los cuchillos en la cocina. Hablaban, las familias, en voz baja. Nadie cantaba ni demostraba alegría durante los días de la Pasión y Muerte de Cristo, porque –les explicaban a los niños que no comprendían esas actitudes- no había Dios… y la “malhora” podía aprovecharse para llegar sembrar tragedias…

Las radiodifusoras de la época, principalmente la XEAP propiedad de Emilio Manzanilla Siast, y XEOX de Felipe García de León Escobar, disponían en sus programaciones durante los días de guardar, música sagrada, como la identificaban los viejos…

En verdad, durante esos lejanos años, había fervor místico en cada hogar, y aunque muchas familias no asistían a las iglesias (la Capilla de Guadalupe mostraba su luto cubriendo las figuras y cuadros de santos y vírgenes, con lienzos color morado), cada hogar se constituía en humilde y respetuoso templo del dogma religioso…

Pero el tiempo que todo lo cambia, desgastó principios y costumbres. Se hizo notoria la influencia de familias que provenían de otras entidades, los medios de comunicación, borrándose, paulatinamente esas bellas tradiciones llenas de humildad campesina…

El crecimiento de la ciudad fue vertiginoso. Creció el comercio. Se multiplicaron las radiodifusoras, mismas que lanzaban al aire, además de la música mexicana, aportaciones de otros países, como Estados Unidos, con nuevos ritmos, el rock and roll entre ellos.

Los jóvenes de la época rompieron antiguos cartabones. Demostraron su rebeldía ante lo que consideraban lento y obsoleto. Cultivaron nuevas modas, hasta llegar a los tiempos actuales, con el predominio de una tecnología avanzada…

La comunicación relampagueante de los espacios cibernéticos y sus redes sociales, portadoras de una carga ambivalente de positivismo y negativismo, proporcionaron el timón virtual para una navegación asombrosa…

No obstante, a pesar de adelantos tan prodigiosos, aún se conserva la raíz de Cuaresma con el ceremonial del Miércoles de Ceniza, en el que prevalece la filosofía de que el polvo del que está hecho el hombre, regresa al polvo… y subsiste la Semana Santa, pero ya no con la carga de misticismo y fe de tiempos pasados, sino marcada por los símbolos del siglo XXI…

Le saludo.

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