domingo, febrero 23, 2025

Derechos humanos, racismo y clasismo nacional 1987-2025 / Héctor Rodríguez Espinoza

Fecha:

Derechos humanos, racismo y clasismo nacional 1987-2025

Héctor Rodríguez Espinoza

Breve ensayo

Viernes 21 de febrero de 2025

I.- Fátima Zavala. “Mario Delgado miente”, acusa papá de Fátima; exige mejor atención médica para su hija e intervención de la FGR. El caso, estudiante de la Secundaria 236 de Iztapalapa, agredida por ser fan del K-pop, genera reacciones en el gobierno federal y la Secretaría de la Mujeres lo condenó, la mantienen hospitalizada, estado salud grave y que se dará puntual seguimiento a las investigaciones.

Este caso de bullyng a menores, de alto impacto, nos recuerda otro que conmovió, a la adormilada y conservadora sociedad hermosillense, del no lejano 1987, al que le dediqué este artículo con aggiornamiento:

II.- Guernica de su realidad nacional. Picasso plasma un horrendo paisaje en el que se imbrican (con perdón de mi amigo Juan Antonio Ruibal (+) por esta “palabrita”) los derechos humanos, las libertades fundamentales y sus garantías individuales, proverbialmente violándose y, como consecuencia, creciendo la percepción de un Estado fallido. ¿A qué me refiero?

Me refiero a la pérdida de la vida de cientos de miles de mexicanos por la incursión, desde hace al menos cuatro décadas, de los cárteles de la delincuencia organizada.

La pérdida, quizá más dolorosa, de otros cientos de miles afectados por la abrupta pandemia del virus que sorprendió, con los dedos tras de la puerta, a todos los países del globo y a sus respectivos sistemas de salud pública en términos de hospitales, de sus doctores y de su personal todo; y la investigación modo “turbo” para la vacuna científicamente salvadora y gradual aplicación.

El cierre, desde marzo 2020, de la red de todos los planteles educativos y recintos universitarios, con el peligroso atraso o freno, al menos, del desarrollo educativo y cultural de millones de niños, adolescentes y jóvenes estudiantes, frenó el futuro de la “suave patria”, como metafóricamente la llamó el inmortal poeta Ramón López Velarde.

La clausura de las grandes, medianas y pequeñas empresas, aumentó las tasas de desempleo y disminuyó las contribuciones fiscales.

III.- Racismo y clasismo. Y por si algo nos faltaba, emerge el milenario iceberg del racismo y clasismo contenidos y reprimidos por la mayoría de los gobiernos de pasado colonialista en África, Asia, Europa y América. En México, ¡300 años nos contemplan, 1521-1821!

El Black lives matter y la tendencia de reivindicar la dignidad de las minorías de los pueblos originarios y segmentos asiáticos (chinos y japoneses) nos deben de remover la conciencia dormida.

Déjenme, entonces, rescatar del mi baúl un artículo publicado entonces y cuyo contenido se explica solo:

IV.- La muerte del niño Juan Israel Bucio Venegas, ¿por ser “guacho”?

“De las calamidades de nuestros tiempos que son muchas y muy graves, una es, y no menor, el haber venido los hombres a disposición que les sea ponzoña lo que les solía ser medicina y remedio.” Fray Luis de León.

A propósito del nocivo bullying, que afecta a casi 19 millones de estudiantes, recuerdo la reacción familiar y social que nos significó, en 1987, la muerte del niño Juan Israel Bucio Venegas; el luto de sus padres y familiares; y la indignación y afecto que, en la colectividad de Hermosillo generó, más allá de lo efímero, al conocerse que la aparente causa de su sacrificio fue el suplicio inocente de quien, a escasos meses de residir aquí, en vez de ilusiones, juegos y disfrute de una infancia que se nos va como el relámpago recibió, en la escuela Benito Juárez, burlas, desprecios y agresiones que terminaron con su vida y clavaron una espina en la mente y corazón de esta sociedad, víctima y victimaria de un círculo vicioso de suplantación de valores.

V.- Semblanza dolida de Juan Israel.

“Juan Israel Bucio Venegas fue hijo del Dr. Emiliano Bucio Salamanca y de la señora Celia Venegas Sánchez. Madre e hijo vivían en Hermosillo, en la popular colonia Ley 57, que no hacía muchos años había transitado de ser una invasión urbana a tener una condición regular. El padre trabajaba en Michoacán. El pequeño asistía a la Escuela Primaria “Benito Juárez”, en la colonia San Benito, uno de los más antiguos barrios de la ciudad, junto a la avenida Reforma, de las vialidades de mayor importancia desde la década de 1970. Juan Israel habría concluido el tercer año de primaria en junio de 1987, pero esa fue justamente la fecha de su muerte. Tenía 9 años de edad cuando se fue de nuestro mundo, o …del mundo, su mundo —seguramente pensaba el niño; el de quienes lo han usurpado sin más sentido que la territorialidad propia de los animales salvajes.

Por el afán de las autoridades estatales de acallar su asesinato, no existe claridad respecto a cómo fue el ataque que le provocó la muerte. Notas periodísticas de años posteriores dicen que fue golpeado al salir del baño por dos alumnos, uno de quinto grado, de 11 años de edad, y otro de sexto, de 12 años. En algunos medios se consigna que a la vez que lo golpeaban, le gritaban “guacho, vete de aquí guacho, muérete”, que le reventaron las entrañas y que, finalmente, con el impulso de una patada le azotaron la cabeza contra la pared.

La historia oral cuenta una versión diferente: quienes insultaron y golpearon al pequeño Juan Israel fueron tres de sus compañeros de grupo, instigados por la profesora; además, la perpetración de su asesinato se definió al arrojarlo desde la segunda planta de la escuela.

La crónica de la prensa constata que fue golpeado el día 3 de febrero de 1987. No falleció inmediatamente. Fue a casa, y hasta el día siguiente fue cuando comenzó a manifestar las consecuencias: convulsiones, atendido clínicamente. Se le diagnosticó edema cerebral —inflamada la base del cráneo—, se consideró someterlo a un tratamiento médico que duraría dos años. En los meses posteriores, Juan Israel fue sometido a electrochoques, con la finalidad de desinflamar. En ese período, cayó en estado de coma, y sufrió cinco ataques cardíacos. El día 17 de junio sufrió nuevamente de convulsiones, internado en el Hospital Infantil de Estado. Se le colocó un marcapasos el día 19 de junio. Ahí, internado, falleció el 20 de junio a las 12:30 horas, después de tres días de agonía, y varios meses de postración, víctima de un sexto ataque cardíaco.

La familia presentó denuncias y se iniciaron dos procesos en contra de la escuela y de las autoridades educativas. En aquel Hermosillo, en ese México de absoluta impunidad, que carecía de marcos normativos de respeto a la diversidad cultural e instituciones vigilantes de los derechos humanos, no prosperaron las diligencias que buscaban justicia.

Dicen comentarios en el ciberespacio, que los dos alumnos que presuntamente atacaron al pequeño Juan Israel viven ahora fuera de Sonora: uno de ellos vive actualmente en Querétaro, y otro en la Ciudad de México, ambos con familia, y con asentamiento definitivo en esas localidades “del sur”.

Lo que no se ha ido, lo que no ha cambiado en Hermosillo, es el racismo. Como resultado del trabajo de instancias internacionales, federales y locales, han cambiado los textos legales de procuración de la equidad; se ha modernizado la administración pública en los manuales; han aparecido nuevos modelos educativos en el mundo, se han puesto en boga teorías y conceptos psicosociales, y el profesorado ha aumentado sus títulos y sus prestaciones laborales. Pero es entre docentes, entre funcionarios y entre los ciudadanos instalados en una posición de ventaja social donde resulta conveniente seguir negando la diversidad cultural, y promoviendo el racismo.

Sonora es de hecho una sociedad multicultural, y para aspirar a una situación intercultural, es decir, caracterizada por relaciones sociales armónicas entre culturas diferentes, debe reconocer la multiplicidad de sus orígenes, y la pluralidad de su rostro contemporáneo. Mientras no ocurra, habrán de continuar los conflictos en el trato cotidiano, en las instituciones, en las carreteras —cuando éstas se vuelven el escenario idóneo para la manifestación política—; mientras los sonorenses criollos no reconozcan que comparten su estado con oriundos de diversas culturas regionales, y con hablantes de más de cuarenta y cinco idiomas, habrá de continuar, si no es que se recrudece, la violencia social. La situación actual tristemente sugiere que mientras ocurre el desmantelamiento completo de la estructura social, será el sacrificio de las comunidades y de los individuos más débiles el factor que sostenga la apariencia de la integración. Partiendo de la cultura, el etnocentrismo deriva en luchas definidas por intereses políticos y económicos, por la imposición de una forma de hablar, de comportarse; el etnocentrismo es, finalmente, el factor que define luchas por la apropiación de los espacios sociales, de los recursos naturales, por el control, o por la supresión, de la vida.”

(Tomado de: https://sonoradiversidad.blogspot.com/2013/06/semblanza-dolida-del-pequeno-juan-israel.html  )

VI.- Alfonso Durazo Montaño, gobernador del Estado, era entonces un maduro joven de 33 años de edad, ascendiendo políticamente en el DF.

Froylán Gámez Gamboa, secretario de Educación y Cultura, era entonces un niño de 2 años de edad, en Hermosillo.

Juan Israel (+) fuera, hoy, un maduro ciudadano hermosillense de 47 años de edad.

VII.- Cacería asesina. Decenas de miles de niños mueren en nuestro país, anualmente, a causa de la enfermedad para la que no hay médicos, medicinas y hospitales: el hambre. Miles de indígenas –guarijíos y tarahumaras- mueren o viven casi muertos, desde hace cuatro siglos occidentales, sin que nadie hagamos algo para evitarlo. Pero el caso que comentamos al menos debió servirnos para reflexionar sobre la causa que la motivó; el origen geográfico y cultural de la víctima y su familia: el sur del país. Y el despectivo señalamiento: “guachos”.

Lo que debió resultar simbólico de una situación generalizada, tiene varias facetas: psiquiátrica, geográfica, sociológica, histórica, política, literaria, periodística, educativa y cultural.

Una primera hipótesis sería que, su explicación científico social es cultural; y que el origen patológico del repudio es educativo, como el de otros males: tabaquismo, alcoholismo y prostitución, hasta las más sofisticadas modalidades de la corrupción.

Ningún fenómeno social puede analizarse sin tener en cuenta sus causas. Si distinguimos entre el norte y el sur, debemos considerar las diferentes épocas, coprotagonistas y circunstancias de sus respectivas conquista, colonización y mestizaje:

El noroeste fue conquistado y colonizado con un siglo y medio de diferencia; y sus culturas indígenas no fueron sangrientamente violadas “a golpe de vara y castigo” como en el centro-sur del país, sino seducidas “con toda suavidad y dulzura” por misioneros jesuitas –sin prejuicio de haber sido instrumentos políticos de un imperio-, con su cultura religiosa del medievo europeo (conforme a la cual todo lo indígena de América era obra del demonio), “redimieron las almas”, lo que predomina hasta hoy. De este diferente mestizaje provenimos los mexicanos de este rincón de la patria.

La paternidad espiritual jesuita fue rota drásticamente en 1767 con su expulsión a Europa, orfandad que, con el alejamiento por otro medio siglo del centralista gobierno virreinal, las incursiones de los apaches y los afanes expansionistas de EEUU -pueblo y gobierno con el que, fatalmente, compartimos una pesada vecindad-, son eslabones de un largo, lento y difícil proceso.

Otros elementos que no debemos ignorar para criticarnos: accedimos a la primera imprenta hasta 1831; a la primera biblioteca pública hasta 1898; y a la primera Universidad hasta 1942-53; ¡tres siglos y medio después que el privilegiado centro del país! Por eso –y el gusto por la carne asada- nos llaman los bárbaros del norte.

Existe un prejuicio contra los del sur. Pero si por “guacho” entendemos la encarnación del malnacido, del hipócrita y del acomplejado, o quien actúa con traición, alevosía y ventaja, el calificativo no es un gentilicio, sino una condición inmoral susceptible de incubarse en cualquier ser humano.

Por respeto a la memoria del niño, no debiéramos permitir que esa discusión desemboque en extremas y falsas posturas que van desde un regionalismo neofascista, asesino y sediento de publicidad y sangre, a una indiscriminada aceptación de cualquier arrogante, prepotente y sedicente neocolonizador.

Ni “guacho” fobia, ni “guacho” filia.

VIII. La cultura no tiene fronteras. Sonora está accediendo a la mayoría de edad, después de larga infancia y adolescencia en las que nos hemos nutrido de esencias y tradiciones regionales, fecundadas por los universales valores portados por una nómina de personas –respetuosas de lo nuestro- originarias de fuera y del extranjero, en los campos productivo, humanista, educativo y artístico. A sus manos debemos, tanto la ruda pizca de frutos de nuestros campos que vemos en nuestra mesa, como el cultivo de las finas artes de nuestras aulas que disfrutamos en nuestros muy escasos auditorios y galerías, librerías y bibliotecas.

En la Universidad de Sonora valoramos al filósofo José Vasconcelos, al Prof. Manuel Quiróz Martínez, al Ing. Norberto Aguirre Palancares, a la eminente Emiliana de Zubeldía, a Martha Bracho, al Mayor Isauro Sánchez Pérez, al matemático Enrique Valle Flores…; en particular, en la Escuela de Derecho, valoramos a Miguel Ríos Gómez, Manuel V. Azuela, Carlos Arellano García, Cipriano Gómez Lara, David Magaña Robledo, José A. García Ocampo, Roberto Reynoso Dávila …

Ejercitemos una inteligente capacidad de discernir, y para seguir siendo sonorenses, cuidémonos de cualquiera que, proveniente de donde fuere, pero émulo de Judas Iscariote, se conduzca y se mida por el tamaño de su ponzoña. Sigamos invitando y recibiendo, con los brazos abiertos, a todo ser humano que, dispuesto a dar y recibir, busque su legítima felicidad.

Y si los adultos –árboles torcidos- ya no tenemos remedio, eduquemos a nuestros niños en una sana defensa regional, pero dentro de la fraternidad universal.”

IX.- Pablo Picasso. ¿Será que el pintor y escultor español, creador, con Georges Braque, del cubismo, le hubiéramos inspirado otro de sus surrealistas cuadros?

¿Es la 4T importada a Sonora, su guía ética y sus divisas políticas de No mentir, No robar y No traicionar, el final de una época y el principio de otra que tanto nos merecemos?

Por sus frutos agridulces la estamos conociendo.

Compartir publicación:

Popular

Relacionado
Relacionado

Sonora, estado invitado de honor a la Feria de San Marcos 2025 en Aguascalientes

Esta feria es uno de los eventos más importantes...

Se abren las hostilidades en la Unison / Rafael Cano Franco

El Juglar de la Red Por Rafael Cano Franco Viernes 21...

Exhibe ASF ineficiencia del ISAF / Luis Fernando Oropeza

Para los de a Pie Por: LAP Luis Fernando Oropeza Viernes...