Olor a Dinero
Por: Feliciano J. Espriella
Martes 18 de febrero de 2025
Trump traiciona a Ucrania, humilla a Europa y comparte el botín con Rusia
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha declarado recientemente que podría reunirse “muy pronto” con el presidente ruso, Vladimir Putin, para discutir el fin de la guerra en Ucrania. Aunque aún no se ha establecido una fecha específica para este encuentro, se ha informado que delegaciones de ambos países se reunirán hoy en Riad, Arabia Saudita, como parte de los preparativos para la futura cumbre entre Trump y Putin.
En estas conversaciones preliminares participarán altos funcionarios de Estados Unidos y Rusia, incluyendo al secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, y al ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. El objetivo principal es sentar las bases para una reunión entre los dos mandatarios, que podría llevarse a cabo en Arabia Saudita en una fecha aún por determinar.
Lo fascinante es que Estados Unidos y Rusia negociarán sin Ucrania, sin Europa y sin un alto al fuego, lo que significa que Rusia controlará las negociaciones dominando el campo de batalla. Creo que esto es deliberado por parte de Trump. Obligará a Ucrania a pedir la paz, utilizando a Estados Unidos como intermediario
Donald Trump ha ideado un plan maquiavélico que ya puso en operación a través del secretario de Estado.
La guerra en Ucrania ha alcanzado un punto crítico, y las recientes negociaciones diplomáticas han encendido alarmas en la comunidad internacional. Donald Trump y Vladímir Putin han decidido entablar conversaciones directas para poner fin al conflicto, excluyendo a Ucrania y a los líderes europeos de la mesa. Este acto no es solo una afrenta diplomática, sino una traición descarada a un país que ha luchado con sangre por su soberanía y una lacerante humillación para un continente que ha sostenido el esfuerzo de guerra con enormes sacrificios económicos y políticos.
Las filtraciones sobre los términos del pacto han dejado en evidencia que lo que está en juego no es solo la paz, sino también un enorme botín geopolítico y económico. Según informes no oficiales, el acuerdo incluiría concesiones territoriales para Rusia en el este de Ucrania, el levantamiento de algunas sanciones clave contra el Kremlin y la promesa de que la OTAN detendrá su expansión hacia el este. A cambio, Estados Unidos podría asegurar un mayor acceso a los mercados energéticos de la región y una posición más ventajosa en la reconfiguración del comercio global tras la guerra.
Para Ucrania, esto significa una capitulación disfrazada de acuerdo de paz. Volodímir Zelenski ha expresado su indignación y ha dejado claro que cualquier pacto alcanzado sin la participación de su país será ilegítimo y, en la práctica, imposible de implementar. “Ucrania nunca aceptará acuerdos hechos a nuestras espaldas sin nuestra participación”, afirmó en un mensaje dirigido a la comunidad internacional.
Por su parte, los líderes europeos han manifestado su descontento ante lo que consideran una humillación diplomática y una pérdida de influencia en el destino del continente. El portavoz jefe de la Comisión Europea subrayó que “no habrá negociaciones creíbles y exitosas, ni paz duradera, sin Ucrania y sin la UE”. La marginación de Europa en este proceso deja en evidencia la intención de Trump de ignorar a sus aliados tradicionales en favor de un pragmatismo agresivo que prioriza los intereses de su administración sobre los principios democráticos y la estabilidad global.
El hecho de que Trump y Putin se repartan el destino de Ucrania como si de una pieza de ajedrez se tratara es una demostración de cómo la realpolitik sigue imponiéndose sobre cualquier idealismo en las relaciones internacionales.
Para Rusia, el botín es evidente: consolidación de su control sobre el Donbás, debilitamiento de la influencia occidental en la región y la posibilidad de reactivar su economía con el fin de las sanciones. Para Estados Unidos, el acuerdo representa una jugada maestra en términos geopolíticos y económicos, permitiendo a Trump presentarse como el “pacificador” ante su electorado mientras asegura ventajas económicas clave para su país.
El problema de este cínico intercambio es que ignora por completo las aspiraciones del pueblo ucraniano y las implicaciones a largo plazo para la seguridad de Europa. Un acuerdo de este tipo podría sentar un precedente peligroso en el que las grandes potencias deciden unilateralmente el destino de las naciones más débiles, perpetuando una dinámica de dominación que muchos creían superada en el siglo XXI.
La historia juzgará si este pacto representó un paso hacia la estabilidad o simplemente una nueva traición que alimentó futuras crisis. Lo que está claro es que ni Ucrania ni Europa olvidarán cómo fueron dejadas de lado en el momento crucial de la guerra.
Por hoy fue todo. Gracias por su tolerancia y hasta la próxima.
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