Hermosillo, Sonora, 4 de octubre de 2024 (con información del CIAD). – El fruto del monje (Siraitia grosveronii) es una especie endémica de China e Indonesia cultivada por más de ochocientos años, pero desconocida en gran parte del mundo. Pertenece a la familia de las cucurbitáceas, misma en la que se encuentran el melón y la sandía; por esta razón, la organografía vegetal tiene paralelismo con especies silvestres de la calabacilla.
Así, la planta del fruto del monje es herbácea de hábito perene, de crecimiento indeterminado, rastrera y su tallo puede alcanzar hasta 5 metros de largo. Además, sus hojas son palmeadas y sus frutos de tipo pepo tienen forma redonda (como una pelota), que en estado de madurez alcanza un color verde oscuro, tornándose marrón en el proceso de deshidratado.
Es una especie que se produce bien en zonas con alturas entre los 200 y 800 metros sobre el nivel del mar bajo temperaturas de entre 16-20°C, aunque puede tolerar temperaturas mínimas de -5 °C y máximas de 35 °C, con precipitaciones entre los 1,500 y 2,000 mm por año. El fruto del monje se ajusta a diferentes intensidades de luz, prefiriendo la indirecta. Sus requerimientos edáficos necesitan suelos bien drenados, profundos, fértiles, de textura franco-arcillosa y con un pH entre 6 y 7.
Asimismo, es una planta que tolera breves periodos de sequía, requiere cuidados mínimos, pero de alto conocimiento técnico. Aun cuando su cultivo data de hace más de ocho siglos, su nivel de rusticidad en el cultivo es alto, dado que la domesticación de la especie ha sido lenta e incompleta.
Se propaga principalmente por semilla, que de manera natural presenta una germinación lenta que puede tomar entre 20-25 días, razón por la cual es necesario estratificarlas con agua caliente para reducir en un 30% el tiempo de germinación, la cual tiene una tasa de éxito del 50%, en promedio.
El mejor periodo de siembra es en la época de lluvias, para permitir un crecimiento rápido y robusto. Cuando se encuentra en la etapa de plántula, es susceptible de injertarse para obtener plantas de mayor resistencia.
Para la producción de frutos es necesario que exista una polinización efectiva y, dado su carácter dioico (que hay individuos machos e individuos hembras), presenta flores masculinas y femeninas, con la dificultad de presentar el fenómeno de protandra, es decir, las flores masculinas maduran hasta 15 días antes de las femeninas. Además de la dificultad de autopolinizarse, necesita vectores como abejas o especies afines para lograr un alto cuajado del fruto.
Dada su naturaleza perenne, es necesario realizar tareas de cuidado multianuales, es decir, hay que realizar labores de conducción, podas de renovación y sistemas de plantación propios.
Los riegos dependerán de las condiciones ambientales, pero la frecuencia varía aplicando un riego cada tres a cuatro semanas. La fertilización requerida sigue el mismo patrón de las cucurbitáceas, con altos requerimientos de nitrógeno y fósforo previo a la floración, además de responder favorablemente a la aplicación de los micronutrientes.
Los patógenos que le atacan son infecciones del tipo bacteriano y de origen fúngico, por lo cual es recomendable evitar el exceso de humedad con podas de aeración. Una vez que la infección llega a la planta es muy difícil erradicarla, siendo necesaria la eliminación la planta y su quema.
Beneficios a la salud
Una vez que el fruto alcanza su desarrollo y madurez, se cosecha; esto sucede desde los 50 hasta los 80 días después de la polinización (ddp). Una vez cosechado, inmediatamente inicia su procesamiento, en el cual se tritura el fruto (y se extrae el jugo) para deshidratarlo y obtener un polvo rico en compuestos bioactivos y edulcorantes, con mayor concentración en los frutos cosechados a los 80 ddp.
El fruto del monje tiene la característica de contener diversos compuestos bioactivos con beneficios para la salud humana; entre estos destacan aquellos que le confieren un poder edulcorante hasta 300 veces más que la glucosa, pero con un bajo índice glucémico, como los del tipo mogrósidos, además de poseer poder antioxidante.
Dentro de los beneficios de los productos del fruto del monje se encuentran que no eleva el azúcar en la sangre, si no que, por el contrario, puede reducirlos terapéuticamente como tratamiento paralelo en la diabetes. Otro beneficio es la capacidad antioxidante del mogrolado V, componente endulzante activo que ha demostrado la capacidad de neutralizar especies reactivas de oxígeno producidas por enfermedades crónicas. Además, de manera indirecta, puede ayudar con la pérdida de peso al ser un sustituto del consumo de azúcares.
México tiene el potencial productivo para tener plantaciones en algunas zonas adecuadas para su cultivo, por lo que se requiere desarrollar investigación científica y tecnológica para obtener un paquete que incluya toda la cadena de valor de esta especie, dado que el volumen de mercado crece a tasas superiores del 6% anual, que actualmente está dominado por la intervención de empresas multinacionales.
*Colaboración de Alberto Sánchez Estrada, investigador titular de la Coordinación de Tecnología de Alimentos de Origen Vegetal del CIAD.