Olor a Dinero
Por: Feliciano J. Espriella
Lunes 30 de septiembre de 2024
Muere el político y nace la leyenda
Hoy es un día histórico para México y los mexicanos. Después de casi 40 años, el día de hoy llegará al final de sus actividades políticas Andrés Manuel López Obrador.
Independientemente de que en efecto se oculte totalmente de los reflectores y se retire por completo de la vida pública, o no (en lo personal me parece que sí lo hará), a partir de mañana empezará a emerger la leyenda.
Estoy muy cierto que en un futuro no muy lejano, la vida política, económica y social del país se definirá desde el concepto: “antes o después de López Obrador”. Desde ese contexto, el día de hoy viene a ser el parteaguas del México moderno.
López Obrador a partir de mañana se convierte en una leyenda. Entra por la puerta grande al recinto de la historia y su nombre se escribirá con tinta indeleble en el libro de los próceres que le dieron a esta nación sentido, rumbo e identidad.
A pesar del desgaste que causa el poder, a pesar de que fuertes núcleos de la población sienten que les falló y no estuvo a la altura de lo que esperaban o de lo que les prometió, a pesar de las asignaturas que deja pendientes entre las que destaca el combate al crimen organizado, es paradigmático ver cómo en la actualidad, evidentemente, hay más gente que apoya a López Obrador que la que lo llevó al poder en 2018.
Sólo basta mirar las concentraciones que respondieron a sus convocatorias y palpar el sentir de la nación ante los últimos días de su presidente al mando del país, para reconocer que tiene más seguidores que hace 6 años. Aunque no es el primer presidente por el que se llora su salida, el primero fue Lázaro Cárdenas, a muchos mexicanos no le cabe la menor duda que ha sido el mejor presidente de México.
Empero, en esta entrega, el tema no es referente al López Obrador presidente de los últimos seis años, sino al personaje que lleva cerca de 40 años en la escena pública como un líder social al frente de la construcción de partidos de izquierda, quien logró aglutinar a sectores que quizás ni siquiera hubiéramos visto que estuvieran dispuestos a unir fuerzas en relación a un proyecto, y que le dio un giro de 180 grados a la vida pública, institucional y social de México.
Hoy en día, entre millones de compatriotas es ampliamente visible una sensación de unión colectiva que no se había vivido antes. La figura de López Obrador se tradujo primero en la representación de una enorme indignación social sofocada durante más de medio siglo, la cual, a su paso por los largos, arduos, sinuosos y dolorosos procesos previos a su arribo a la presidencia se convirtieron en esperanza, que en el poder se materializaron y que hoy se han convertido en agradecimiento.
En lo personal estimo que el rasgo que mejor define a López Obrador es la terquedad, él mismo lo pregona y lo ha dicho en incontables ocasiones. Es terco hasta llegar a los linderos de la necedad, lo cual se ve reflejado en su permanente lucha. Una lucha de cuatro décadas para cuajar un proyecto político de los que menos tienen en este país, lo que tácitamente convierte esa necedad en virtud.
Sin esa necedad, López Obrador habría desaparecido de la escena política desde hace más de una década. En 2012, después de los resultados de la elección que perdió ante Enrique Peña Nieto, la clase política en su conjunto lo consideraba acabado.
Estaba, decían hasta la mayoría de sus más antiguos seguidores, políticamente muerto. Pero él no lo creía así, y en el clímax de su necedad dijo: “Hay que seguir luchando”, lo cual, lo creyeron y lo acompañaron unos cuantos en un largo peregrinaje que consistió en recorrer todo el país. Fue así como el presuntamente muerto visitó la totalidad de los 2,460 municipios de los estados y las 16 demarcaciones territoriales del entonces Distrito Federal.
Lo acompañaba un pequeño grupo de quienes habían sido sus más cercanos colaboradores, entre los que se encontraban Alejandro Esquer Verdugo, quien fue su secretario particular como presidente, la actual presidenta electa Claudia Sheinbaum y dentro de unas horas presidenta Constitucional, Martí Batres Guadarrama, Jesús Ramírez Cuevas, César Yáñez Centeno, Octavio Romero Oropeza y tal vez un par más que se me escapan a la memoria.
Con este pequeño grupito de apoyo, organizó y realizó miles de reuniones públicas hasta en las poblaciones más recónditas y apartadas del país, las cuales se celebraron así lloviera, tronara o la asistencia fuera de tan sólo 3 o 4 personas.
López Obrador se va. Pero se va coronado su sexenio con un respaldo popular superior al 80 por ciento de los mexicanos, con un amplio sector que literalmente lo idolatra, y asimismo, con una pequeña oposición despedazada, rabiosa y violenta, que también, aunque no lo acepten, pronto comenzarán a extrañarlo.
Como nunca lo había hecho alguien antes en la historia, López Obrador puso en el centro de la vida pública a los pobres, “por el bien de todos”, efectivamente.
Por hoy fue todo. Gracias por su tolerancia y hasta la próxima.
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