Olor a Dinero
Por: Feliciano J. Espriella
Viernes 23 de agosto de 2024
¿De dónde se hará de mulas Claudia?
¿Temor a las reacciones de la clase empresarial? No encuentro otro motivo para la resistencia a implementar una Reforma Fiscal tanto de Andrés Manuel López Obrador como de la presidenta electa Claudia Sheinbaum, cuando hay motivos más que sobrados para ello y las finanzas públicas del país están por llegar a un punto de quiebre en el que sólo hay dos alternativas: endeudar el país o incrementar la recaudación.
Especialistas han señalado con anterioridad que para poder realizar las promesas de campaña de Sheinbaum, en cuanto a programas y apoyos sociales e infraestructura para el país, es necesaria una reforma fiscal que amplíe los ingreso del Estado, en caso contrario las finanzas públicas se verán sumamente presionadas.
Empero, Claudia Sheinbaum insiste, y me parece que sin otra motivación que la de llevar la fiesta en paz con el empresariado, que durante su sexenio no habrá reforma fiscal. La presidenta electa ha declarado en varias ocasiones que estima se destinarán para el siguiente año unos 300,000 millones de pesos a proyectos prioritarios como la construcción de trenes; de este monto por lo menos 50,000 millones irán a programas sociales nuevos.
A lo anterior hay que agregar el incremento que generarán los ajustes al alza de los programas sociales vigentes y la incorporación a los mismos de varios millones de nuevos beneficiados, lo que seguramente representará una buena merma al presupuesto.
Las finanzas públicas desde hace un año se han venido deteriorando por diversos motivos. La famosa austeridad republicana ya no da para mucho más, ya no quedan grandes cantidades de impuestos evadidos por recuperar y ya no hay mucho qué hacer en cuanto a eficientar la recaudación. En Pocas palabras, ya no queda mucha tela de donde cortar, así de fácil.
De hecho, se empezó a ver en el presente año. López Obrador que se había comportado muy bien en los primeros cinco años de su administración en el manejo de las finanzas públicas, este año, como decimos coloquialmente, se soltó el pelo y el gasto se disparó provocando un déficit en las finanzas públicas del 5% del Producto Interno Bruto (PIB). No habíamos registrado una cifra de este tamaño en las últimas tres décadas.
Inicialmente, Claudia Sheinbaum había expresado que quería llevar este déficit al 3% en 2025, lo que hubiera implicado un ajuste masivo del gasto público profundizando la desaceleración económica que ya estamos viviendo, con la probabilidad, incluso, de caer en una recesión. Sin embargo, en recientes declaraciones dejó entrever que ya renunciaron a llevar el déficit fiscal al 3% el año que viene para alcanzar esta cifra hacia la segunda parte de su sexenio, lo que significa que probablemente tendremos déficits fiscales por arriba del 3% en 2025 y 2026.
Esto significaría un endeudamiento anual de alrededor de un billón de pesos en una época en donde las tasas de interés están bastante altas y, aunque la perspectiva es que bajen en el futuro inmediato, lo harán lenta y gradualmente. Por lo pronto, el país tendrá que pagar una barbaridad de intereses. Tan sólo este año será del orden de 1.3 billones de pesos.
Lo verdaderamente sano, aunque chillen y pataleen los empresarios, sería una reforma fiscal que fortalezca las finanzas públicas y provea al erario la fortaleza que requiere para fomentar el desarrollo del país. Tenemos el motivo y la excusa perfecta:
Entre los 38 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) México es el país que menos recauda impuestos, mientras que los que más captaron fueron Francia y Noruega.
De acuerdo con la tabla comparativa del pago de impuestos, en el 2022 México captó 16.9% como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB), en contraste, Francia logró recabar casi tres veces más. Francia tuvo el más alto nivel de recaudación de impuestos como porcentaje del PIB en 2022, con 46.1%, una posición en la que se mantiene desde 2018.
Hay que perderle el miedo, los poderes fácticos como la prensa y el empresariado, ladran, pero no muerden. Incluso, en algunos países, la promesa de reformas fiscales por parte de algunos candidatos para que se limiten las necesidades de endeudamiento y disminuyan las presiones sociales entre la población que provocan las desigualdades, forman parte de las estrategias de campaña.
Lo acaba de hacer Kamala Harris, quien declaró que de ganar la presidencia de Estados Unidos, aumentará la tasa de impuestos corporativos del 21% al 28%.
“Esta medida sería parte de una forma fiscalmente responsable de devolver dinero a los bolsillos de los trabajadores y garantizar que los multimillonarios y las grandes corporaciones paguen su parte justa”, declaró el portavoz de la campaña de Harris, James Singer.
Por hoy fue todo. Gracias por su tolerancia y hasta la próxima.
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