viernes, septiembre 20, 2024

El PRI y sus dilemas / Bulmaro Pacheco

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El PRI y sus dilemas

Bulmaro Pacheco

Domingo 28 de julio de 2024

Ningún partido político en el mundo ha podido sobrevivir en la desunión, la fractura y el enfrentamiento permanente. En México tampoco, y son aleccionadores los casos de los que llegaron a tener por años muy buena presencia en el ámbito nacional, pero que terminaron feneciendo por sus riñas internas, que se reflejaron en escasa votación y, por consiguiente, su desaparición.

Muy recordada es la crisis del Partido Popular Socialista, cuando Alejandro Gascón Mercado le ganó al PRI el gobierno de Nayarit en 1975. Jorge Cruickshank, dirigente nacional del PPS, cambió ese resultado por una senaduría ¡para él! por el estado de Oaxaca, y desbancó al candidato del PRI Pedro Vásquez Colmenares, quien a cambio recibió una subsecretaría en la Reforma Agraria, controlada por Augusto Gómez Villanueva —entonces secretario general del PRI—. Gascón, un lombardista serio —había sido un buen alcalde de Tepic—, abandonó el PPS y se llevó con él a muchos militantes, fundó después la UGOCP y luego se afiliaron al PMT de Heberto Castillo. El PPS desapareció de la política nacional.

A partir de su fundación en 1989, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) llegó a acumular un gran poder como escisión del PRI y como aglutinador de las izquierdas de México. Ganó varias gubernaturas, retuvo la Ciudad de México desde 1997 al 2018 y reconvirtió a multitud de priistas en sus filas. También provocó la desaparición de otras formaciones políticas como el PRT y el PST, posteriormente llamado Partido del Frente Cardenista, que se vaciaron para convertirse al perredismo triunfante de finales del siglo XX y que con alianzas ganó importantes espacios.

Pero el PRD, después de los liderazgos nacionales de Cárdenas y López Obrador, nunca tuvo un relevo estable ni en unidad —siempre en el escándalo, entre sillazos, gritos y sombrerazos— y con sus famosas corrientes internas se fue debilitando gradualmente hasta dispersarlo en estados y municipios.

Primero se salió Cárdenas del partido, después Muñoz Ledo y la puntilla se la dio en 2014 López Obrador al formar Morena; según él, inconforme por el apoyo del PRD al PRI y al PAN en el Pacto Por México impulsado por Enrique Peña Nieto, para sacar adelante las llamadas “reformas estructurales”, entre ellas, la energética que tantas inconformidades generó hacia el interior de las izquierdas.

Morena, ya como partido, tuvo su primera elección federal en 2015 y prácticamente vació al PRD de militantes y dirigentes. El PRD sólo duró nueve años más en los procesos políticos de México al no alcanzar el 3% de la votación nacional. La autoridad electoral decretó su desaparición del escenario político y solo queda con registro de partido local en 9 entidades del país.

El Partido del Trabajo perdió también el registro en 2015, pero lo salvó el gobierno de Peña Nieto con votos de una elección distrital extraordinaria.

El PRD siguió el camino de partidos como el PANAL, PES, Redes Sociales Progresistas y Fuerza México, que tampoco pudieron obtener el porcentaje de votos requerido por la ley y desaparecieron del escenario político. En el PPS, después de la crisis del liderazgo, solo fue cuestión de tiempo. En el PRD, después de la fundación de Morena y el vaciamiento de aquél en éste, también fue cuestión de tiempo.

Ante las actuales circunstancias que vive como partido político en conflicto, ¿puede suceder algo parecido en el PRI?

El PRI está viviendo circunstancias inéditas. Como partido nacido desde el poder, nunca resolvió el problema de —ya no depender— del presidente de la República para todos sus movimientos.

Desde su fundación, el presidente de la República —como ahora en Morena— decidía dirigencias y candidaturas tanto del Congreso de la Unión como gubernaturas y la presidencial. Así fue durante 71 años (1929-2000) y los seis de Peña Nieto (2012-2018).

A falta del presidente, Roberto Madrazo se hizo del control del partido en 2002 y cabildeó con los gobernadores para que lo hicieran candidato presidencial en 2006, pero llevó al PRI al tercer lugar y se retiró de la política. No buscó controlar al PRI, a donde llegaron liderazgos como Mariano Palacios y Beatriz Paredes, entre otros.

Peña Nieto volvió a tomar el control del partido con cuatro dirigentes nacionales (Camacho, Beltrones, Ochoa Reza, Ruiz Massieu) y, en lugar de promover los cambios hacia la IV etapa del PRI, terminó por hundir su gobierno en la frivolidad, la corrupción y la incompetencia, con gobernadores jóvenes —una nueva generación— que evidenciaron toda una serie de corruptelas. Peña confundió el gobierno nacional con el del Estado de México, y fracasó rotundamente en la selección del candidato presidencial en 2018, retirándose después de la derrota a vivir cómodamente en España en su calidad de ex presidente de la República.

También es inédito para el PRI que un dirigente nacional aspire a reelegirse en el cargo con reformas estatutarias promovidas por él mismo. Un fenómeno político que en 95 años nunca se había dado (ni en los 71 de control presidencial ni en los 12 cuando gobernó el PAN). La decisión de promover su propia reelección (ya hay un juicio en el TEPJF) viola el principio de que nadie puede reformar leyes o reglamentos para su propio beneficio, ni para prolongar su mandato ni para subirse el sueldo ni para agandallar posiciones… mucho menos para auto reelegirse.

Esa decisión ha sido acompañada desde un principio de furibundos ataques contra quienes —ex dirigentes nacionales— la han criticado en público, e incluso la han impugnado. Alegan los pobres resultados electorales obtenidos por el actual dirigente nacional, que obliga a una reflexión más profunda sobre las causas de que el PRI ahora sea el partido del 11% de la votación nacional, una minoría en el Congreso de la unión y con solo dos gubernaturas estatales.

La actual situación del PRI obliga a un debate más amplio, donde se respete la diferencia de ideas y se seleccione la mejor alternativa para fortalecer al partido. No se puede amenazar con expulsar del partido a alguien solo porque piensa diferente a los dirigentes. Eso viola también la tradición de un partido pluriclasista de origen, que con el tiempo supo equilibrar los intereses y las opiniones de sus integrantes para fortalecerlo.

La modernización de México impulsada por el PRI dio lugar a otras expresiones que puntualmente registraron reformadores como Jesús Reyes Heroles, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Luis Donaldo Colosio, entre otros, que promovieron reformas políticas y crearon instituciones para fortalecer la pluralidad en la representación nacional.

Con las decisiones promovidas en las últimas semanas se complican más las cosas hacia un mayor debilitamiento al PRI. Se está provocando una fractura de grandes dimensiones —en apariencia— y sin necesidad alguna. Se vale disentir y expresar opiniones diferentes porque nadie en su sano juicio debe sentirse dueño del partido.

El PRI es de todos y de nadie en particular y tampoco resulta válido comparar la duración de dirigentes de otros partidos —MC, PT, PPS— para tratar de justificar la permanencia —de alguien o de algún grupo en particular— en el liderazgo nacional.

Ante la pretensión de alargar el período del dirigente nacional, escudada en una Asamblea Nacional exprés y muy controvertida, lo recomendable es esperar la decisión de las autoridades electorales, que seguramente habrán de aplicar la legalidad en un conflicto que ya ha provocado divisiones importantes… ahora sí, para regocijo de las tradicionales  simplificaciones de los analistas bisoños (OG) y los eternos sepultureros del PRI que siempre lo han ubicado en riesgo de extinción y el que —por ahora—, nadie sabe en que vaya a terminar.

Lástima por los miles de militantes que creemos en la vigencia del PRI y en sus aportaciones a la historia de México y que por ahora solo hemos estado de convidados de piedra, en un problema cuya crisis y soluciones nos atañe a todos.

No olvidemos lo que en alguna ocasión antes de su muerte, expresara Porfirio Muñoz Ledo: “Hasta ahora el PRI es el único partido político que ha construido tramos importantes de la historia de México”. ¿No se estará destruyendo esa imagen para beneficio del gobierno y de nuestros adversarios?

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