sábado, octubre 5, 2024

Quebrar el espíritu

Fecha:

Archivo Confidencial

Por Armando Vásquez A.

Jueves 16 de mayo de 2024

Quebrar el espíritu

HAY VARIAS PELÍCULAS y documentales que tratan el tema de cómo los nazis se apoderaban de naciones –el ejemplo clásico es Francia–, y lo primero que hacían como estrategia de dominación, una vez establecidos en ese país, era el apoderarse de todo tipo de obras de arte (o bien destruirlas) con el objetivo de borrar la cultura como símbolo del orgullo de pertenencia. Identificación y unidad que era parte del ser comunitario como nación.

Así poco a poco empezaban a rebajar al país sometido hasta doblegar sus valores y trastocar sus creencias. La generación de desasosiego, de borrar de sus mentes el sentido de libertad y aplacarlo para que los afectados transmutaran su lucha a un nivel de preocupación individual, reduciendo la comunal, les permitía un mejor control de la situación. Se buscaba quebrar su espíritu.

La resistencia francesa no fue la que derrotó a los alemanes, sino una serie de movimientos internacionales que terminó con el desembarque en Normandía por parte de los gringos, pero ese no es el tema.

En el caso de México, este régimen empezó la destrucción paulatina primeramente con el sentimiento de solidaridad de tal manera que aquellos grandes movimientos ciudadanos de apoyo a hermanos mexicanos que les tocó vivir una desgracia causada por algún fenómeno natural, desaparecieron. Ese valor ya lo perdimos. Ejemplos sobran.

Otro, que desgraciadamente está en una de las últimas capas de nuestros valores es el orgullo. Tenemos seis años sin que se nos enchine la piel al escuchar el himno nacional fuera de nuestro país. El Ejército, otrora abanderado de satisfacción plena, fue reducido a una pizca de reconocimiento. Nos causa vergüenza ver en lo que le han convertido.

La decencia, como signo inequívoco de una familia de bien, saltó por la ventana al entrar por la puerta el libertinaje promocionado por el gobierno y desespera observar que instituciones en las que confiábamos como las religiosas, las han corroído ideas que impulsan aquellos sacerdotes –cada vez más–, que pensábamos debían ser ejemplo de pulcritud social y que se esconden y justifican detrás de lo que llaman progresismo o modernidad. Dejaron de ser referentes morales y se ufanan de ello.

Los liderazgos gremiales, políticos, sociales, académicos se alejaron de los postulados que les daban esencia como manejadores de conciencias al utilizar la confiabilidad ciudadana como herramienta de seguimiento de sus visiones cercanas a un valor social.

Nuestros viejos, en esa individualización programada de este gobierno, ya los perdimos. Su conciencia se pudrió con los programas sociales que compran mensualmente su voto futuro. Se despertó en ellos una ambición desmedida por tener en lugar de ser. Los hijos entraron a una espiral de irresponsabilidad al desprenderse del compromiso de apoyarles. Cambiaron la dignidad por unos pesos que ahora no les alcanzan para sobrevivir al romperse la armonía de una administración hogareña básica.

Se construyó una generación de jóvenes flojos, irresponsables, que se acostumbraron al sabor del dinero gratuito y a los placeres mundanos anteponiendo sus caprichos por sobre la conseja tanto del bien común como del aprovechamiento familiar de esos ingresos.

El divide y vencerás fue aplicado día tras día con discursos xenofóbicos. La desaparición de programas, instituciones públicas, el quiebre de fondos de contingencia y el ataque constante al orden establecido con capacidad de una mejora continua, dieron paso a la desfachatez de una supuesta y justificada cultura de un bienestar engañoso, que nunca llega, un aparente fin por un mejor vivir y contextualizado en un sentimiento de pertenencia falso.

Es inminente la despresurización de las organizaciones ciudadanas, lo requiere este nuevo orden que vandaliza y apresura la salida de más mexicanos del país e impone la incertidumbre en la clase media, sobre todo, para que piensen en abandonar el suelo como ocurre en países como Venezuela y con ello fincar las bases de una dictadura.

También perdimos como mexicanos la capacidad de asombro. Nos volvimos insensibles. Ya no nos conmueven ni las masacres diarias y tanta violencia e injusticia, decidimos dejar de estigmatizar a los corruptos, se desgastaron hasta desaparecer las fibras de lástima hacia las familias que buscan a un hijo desaparecido, se incrementó la indiferencia con el que menos tiene, entramos a ese impasse de desesperanza que el actual gobierno requiere para limitar al máximo el voto.

Se dividió a las familias con una redención apócrifa, un discurso de manzanas envenenadas, falacias y ocurrencias que han destruido al país. Se establecieron nuevos cánones de comportamiento destructivos, se pudren los sueños y se promociona la falta de aspiraciones como producto dañino para la sociedad. Con un par de zapatos es suficiente. La felicidad pasó a ser un producto de lujo. La sonrisa alegre se guardó en el cajón de más abajo.

Los hacedores de la dominación saben que un país flagelado, sin temperamento y con un carácter doblegado, para despertar requiere de una profunda reflexión que nos permita perdonarnos y darle vuelta a la hoja al votar con el estómago hartos por tantos años de decepciones y ahora, requerimos también dejar atrás el dolor del engaño, decepción y la traición, que nos dejó el espíritu quebrado al confiar ciegamente en quien no valía la pena.

Ya hasta olvidamos los valores que nos dieron Patria.

Veremos el dos de junio si aprendimos la lección.

EN FIN, por hoy es todo, mañana le seguimos si Dios quiere.

Armando Vásquez Alegría es periodista con más de 35 años de experiencia en medios escritos y de internet, cuenta licenciatura en Administración de Empresas, Maestría en Competitividad Organizacional y Doctorado en Administración Pública. Es director de Editorial J. Castillo, S.A. de C.V. y de “CEO”, Consultoría Especializada en Organizaciones…                                                                                                                                                                                                                                             

Correo electrónico: [email protected]                                                                                                              Twitter:   @Archivoconfiden                                                                

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