domingo, noviembre 24, 2024

Rómulo Félix: In Memoriam

Fecha:

Rómulo Félix: In Memoriam
Bulmaro Pacheco
 
Domingo 28 de enero de 2024
 
 
—”¿Y por qué no lo escribes tú?”
Esa fue la respuesta inmediata que me dio Rómulo Félix cuando le señalaba que Huatabampo, uno de los municipios más importantes —a nuestro juicio— en la historia de Sonora, no contaba con un libro de su historia, a diferencia de municipios como Navojoa (Hernández Salomón), Álamos (Corbalá Acuña), Etchojoa (Ibarra Mendívil), Cajeme (Claudio Dabdoub), Empalme (Moncada Ochoa), Bácum (Elenes Habas), Guaymas (Iberri- Vázquez del mercado), Hermosillo (Gilberto Escoboza, Ignacio lagarda) y Nogales (Monroy) entre otros, que ya tienen el suyo.
 
Y espetó: “Hay muchos que aportar allí. Sobre todo, aclarar que la fecha de la fundación del pueblo no es la que señaló el ayuntamiento en 1974 para celebrar el supuesto primer centenario de Huatabampo —para hacerlo coincidir con ese trienio—. “Revisa bien las tesis de Del Paso y Troncoso y las del padre Ernesto López Yescas, que muestran lo contrario a la versión oficial, y podrás ver que en 1874 lo que hoy es Huatabampo, eran puros matorrales y comunidades cercanas batallando a cada rato con las inundaciones provocadas por el río Mayo y con los conflictos del ejército federal con las comunidades indígenas.
 
Huatabampo solo se entiende a partir de los trabajos de la Comisión Científica Exploradora (1881-1890) enviada por el gobierno de Porfirio Díaz para ubicar y lotificar una superficie de terreno para un nuevo centro de población, distante de las inundaciones y lugar seguro para habitantes de comunidades vecinas, Y eso fue hasta 1890″.
 
Además, subrayaba: “En 1874 gobernaba México Sebastián Lerdo de Tejada. Juárez había muerto dos años antes y ni por asomo había proyectos para crear nuevos pueblos en México”. Y menos cuando en Sonora se experimentaba la decadencia del gobierno de Ignacio Pesqueira García, cuyo final se aceleró con la muerte de Juárez.
 
Otros temas que se discutían con él: Sobre la XXIII Legislatura local de Sonora, que funcionó de 1911 a 1913, y que le tocó el golpe de Estado instrumentado por Victoriano Huerta y Félix Díaz —apoyados por el embajador norteamericano Henry Lane Wilson— en contra el Presidente Madero y el Vicepresidente José María Pino Suárez.
 
Preguntaba: “¿Que tenían esos legisladores (Ignacio L. Pesqueira, Adolfo de la Huerta, Flavio H Bórquez, Ignacio Bonillas, Ricardo Laborín, Aureliano Mendívil, Alfredo Caturegli, etc.) que se atrevieron a desafiar al dictador Huerta negándole el reconocimiento del Congreso y el gobierno de Sonora a su presidencia ilegítima a pesar de tantas amenazas?”
 
En Chihuahua el gobernador Abraham González se negó a reconocer a Huerta, y fue asesinado. En Coahuila, Venustiano Carranza también le negó el reconocimiento y se trasladó a Sonora para buscar protección y sumarse a la rebeldía de los revolucionarios sonorenses de esa época: Maytorena, Obregón, Calles, de la Huerta, Pesqueira, Hill, entre otros.
 
¿De qué estaban hechos los revolucionarios que expusieron sus vidas y se la jugaron con la Revolución de Madero?
 
Era un tema recurrente con Rómulo Félix, abogado e historiador sonorense, promotor de la cultura y el debate.
 
Por eso, que haya muerto nuestro maestro y amigo es, a un tiempo, pasmoso y casi inconcebible. Pasmoso, por la admiración y asombro extremados que dejan como en suspenso la razón, el discurso y las explicaciones con lo que se ratifica —en mi concepto—que la muerte es y seguirá siendo un misterio; inconcebible, por la constante comunicación sostenida con Rómulo, días antes de su muerte y advertirlo optimista con su tratamiento del problema que enfrentaba desde finales de diciembre.
 
Lo creíamos indestructible por su fina ironía y su infaltable sentido del humor, que contagiaba pláticas y reuniones entre amigos.
 
Rómulo, siempre inquieto, con iniciativas e investigaciones en curso, con múltiples preguntas y dudas que atender y siempre en contacto con sus amigos y con quien quisiera consultarlo o indagar algún dato histórico, alguna fecha, algún parentesco familiar, algún lugar de origen.
 
Con él compartimos sus recurrentes pasiones: La historia de México y de Sonora, de la región del Mayo y su predilección por los pueblos del sur del estado. Durante varios años fue para mí y para varios de los amantes de la historia, como un hermano mayor, un amigo y un maestro.
 
Así lo veíamos, así lo recordaremos. Fue siempre firme y seguro de lo que expresaba. Con él se debatía, se analizaba, se hacía historia y se discutían ideas. Excelente para la historiografía y la narrativa: para muchos era el equivalente de Tucídides o de Alfonso Taracena para la narrativa histórica.
 
Siempre me llamó la atención que la autocompasión, la cólera o el resentimiento le fueran incomprensibles. Era paciente y pausado, tolerante adaptable e inagotable con quienes diferían de él en ideas y conocimientos. Tenía una fe conmovedora en el poder de las ideas.
 
El destino quiso que pusiera su perdurable sello en nuestra sociedad en los programas que ideó, en los libros que escribió, en la invaluable reedición de obras históricas que promovió, en los valores que sostuvo, en los hombres y mujeres que ayudó a formarse culturalmente.
 
Será recordado como uno de los que recobraron la importancia histórica del Diccionario de Historia, Biografía y Geografía Sonorenses, de Francisco R. Almada, un clásico de las obras de historia o la magnífica Historia del Valle del Yaqui de Claudio Dabdoub.
 
Coincidía con la afirmación de Jean Meyer de que “El futuro es un misterio, la Historia, es imprevisible, la verdad absoluta revela a Dios, de modo que lo único que podemos hacer nosotros es luchar contra las mentiras, falsedades, errores” Y también coincidía con Owen Chadwic, cuando afirmaba: “Todos los acontecimientos históricos son en parte misteriosos” y con Kierkegaard, cuando decía que la “Verdad absoluta pertenece a Dios, no a nosotros, y lo que nos es dado es la búsqueda de la verdad”. (letra libres junio del 2023).
 
Además de abordar en un libro la historia de Huatabampo, nos quedaron otros pendientes con Rómulo, como el de: ¿dónde quedaron realmente los restos del ex gobernador de Sonora Rafael Izábal Salido, muerto en un viaje a Europa, en octubre de 1910?, ¿Por qué se suspendió el servicio de ferrocarril de la ruta Navojoa-Álamos en 1935? ¿Además de Román Yocupicio (1937-1939) ningún otro indígena ha gobernado Sonora?
 
Célebres fueron sus opiniones sobre la necesidad de incluir el nombre del alamense Félix Zuloaga en letras doradas en el Congreso local como expresidente de México. “Lo sostiene la historia, no nosotros”. dijo.
 
También sus recomendaciones de revalidar la figura del exgobernador José María Maytorena honrando con su nombre a un plantel del Colegio de Bachilleres de Guaymas. Solo un pequeño plantel de preescolar en todo el Estado llevaba su nombre, irónico e injusto, pero cierto.
 
Como secretario de cultura del PRI estatal, fomentó el debate político como nadie y fueron célebres los meses que pasó como diputado local en la LXII Legislatura. Perspicaz y plural la carrera de servicio de Rómulo Félix; se destacó por eficaz, discreta y honesta. Desde el Banco Obrero a la Universidad de Sonora, de funcionario destacado en diversas secretarías del gobierno estatal hasta el Instituto Sonorense de Cultura, cronista de Hermosillo y promotor activo de las celebraciones del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución. Rómulo estaba hecho de muy buena madera y las diversas expresiones de sentimiento y pena por su ausencia repentina, así lo han demostrado. Lo vamos a extrañar. Descanse en paz el maestro.
 
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