domingo, noviembre 24, 2024

Francisco Acuña Griego: origen y destino

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Francisco Acuña Griego: origen y destino
Bulmaro Pacheco
 
Domingo 21 de enero de 2024
 
El municipio de Divisaderos es un pueblo de ganaderos que como Comisaría de Moctezuma, había sido declarado municipio en el gobierno de Rodolfo Elías Calles, un 23 de abril de 1932. Su nombre, “Divisaderos” dice Francisca Coronado, se lo pusieron sus primeros pobladores, por los cerros—llamados así—, ya que era el punto que utilizaban los vaqueros para ubicar el ganado cuando campeaban”.
 
Ahí vio sus primeras luces Francisco Acuña Griego, hijo de Jesús Acuña García y Manuela Griego Soqui, un 20 de enero de 1937.
 
El padre, pequeño ganadero, y la madre, ama de casa, procrearon 13 hijos, de los cuales solo sobrevivieron 7.
 
“No había los servicios elementales, ni agua potable, mucho menos servicios médicos. El único que nació bajo la supervisión médica fue el menor de todos: Rafael, nacido en 1946”, dice nostálgico, Don Pancho.
 
Fue en la escuela primaria —Ignacio Zaragoza—, que funcionaba en un edificio viejo —entre escombros—, donde Francisco cursó el primer año en 1945. Como los jóvenes de ese tiempo, Acuña se encontró con que en su pueblo no había escuela secundaria (la hubo hasta 1982) y que tendría que viajar a Cumpas, distante 60 Kilómetros.
 
Era el año 1951 y la escuela de Cumpas la dirigía el profesor Daniel Salazar Acedo. Acuña se hospeda en la casa de don Jesús Barceló, donde desde el principio lo ven como a un miembro de la familia. Cursa el primer año, después se va a Moctezuma y hace el segundo y el tercero en la escuela que dirigía Julio Sánchez. “Un maestro muy culto de la época del normalismo impulsado por Plutarco Elías Calles, que había militado en el Vasconcelismo, en la campaña de 1929”.
 
Termina la secundaria en 1954 y plantea ante su padre la necesidad de continuar los estudios de preparatoria en Hermosillo. La disyuntiva ante la familia era: o la preparatoria o el trabajo de campo; porque no había de otra, ante las difíciles circunstancias para el sostenimiento de la familia.
 
Su padre estuvo de acuerdo y lo apoyó para que siguiera estudiando. Llega a Hermosillo en agosto de 1954 y se hospeda en una casa de asistencia (Frente al Cine Reforma, por la calle Matamoros): “Era la época en que las casas de asistencia te garantizaban techo, comida y apoyo moral, ante la tremenda nostalgia que se sentía por dejar por primera vez el pueblo. Imagínate, a los 17 años”, dice con emoción.
 
Tanto en Divisaderos como en la preparatoria desarrolló la vocación por el Derecho. Acuña había profundizado en la enseñanza del latín y la filosofía porque tuvo muy buenos maestros, y le tocó la suerte de que el rector Luis Encinas (1956-1961) —que había estudiado derecho en la UNAM— trajera seguido a Hermosillo a renombrados maestros autores de los libros de texto que se usaban en la época. La Escuela de Derecho de la Unison había sido fundada en noviembre de 1953.
 
La generación (1955-1959) se componía de doce estudiantes, entre los cuales figuraban Carlos Armando Biébrich, Rubén Díaz Vega, Sergio Valdez, Miguel Ángel Cortez y Ramiro Oquita Meléndrez, entre otros.
 
Acuña y gran parte de su generación hicieron amistad con el rector Luis Encinas que había hecho carrera política, interrumpida por una enfermedad que lo mantuvo lejos de Sonora varios años.
 
Desde antes de egresar de la carrera, Acuña Griego ya experimentaba en el litigio. Le tocó vivir la crisis política por la sucesión gubernamental de 1961 y de inmediato se sumó a los partidarios del rector Luis Encinas ante la versión de que el elegido era entonces Fausto Acosta Romo. Acuña ya tenía inquietudes políticas y no tardó en sumarse a la campaña de su amigo exrector en 1961.
 
Algo pasó que, después de un tiempo participando, se retiró de la campaña. “Pienso que se trató de uno de mis peores errores cometidos por esos años”, sentencia, sin argumentar más.
 
Fue designado consejero universitario y en esa calidad, en 1961 simpatizó con Cesar Tapia Quijada para el período rectoral de 1961 a 1967.
 
Ganó Moisés Canale con 37 votos, contra solo uno (el de Acuña) de César Tapia, que después sería compensado con la dirección del Isssteson, creado en 1962. Acuña seguiría en la cátedra, en la reflexión, en el litigio, medido y discreto en sus relaciones con el poder.
 
A mediados del sexenio se encuentra en un evento social al gobernador Encinas, quien lo invita a platicar a su despacho. “¿Qué se te ofrece Pancho?, ¿Cómo te está yendo? Sabes que aquí conmigo tienes las puertas abiertas si algo se te ofrece, y como siempre me reitero a tus órdenes”, le dijo el gobernador. Y nada más, aunque varios de sus compañeros como Biebrich, Díaz Vega y Oquita trabajaban para el gobernador.
 
“Ya no lo volví a ver hasta que desayunamos —ya como exgobernador—en 1968, en el hotel San Alberto. Encinas ya había publicado La alternativa de México, su defensa más que nada ante el conflicto de 1967; un movimiento con muchos bemoles, manipulado, donde el gobernador Encinas no era el factor determinante ni estaba metido —como lo demostró el tiempo—. Acuña, como profesor de la Universidad, no quiso meterse al conflicto del 67 “por la naturaleza del mismo”, enfatiza, y por eso se marginó del movimiento.
 
Acuña afirma que Encinas hizo historia en Sonora: “Un rector de lo mejor que ha tenido la universidad y un gran gobernador. Era muy culto y tenía formación ética y al que la historia lo ha eximido de responsabilidades en el manejo del conflicto político que afectó su sexenio”. Sostiene:
 
“Recordemos que su ausencia de 10 años del Estado para tratarse su enfermedad lo hizo reflexionar a fondo, y eso influyó en el carácter con que desempeñó los cargos públicos”.
 
¿Por eso su promoción al Banco Nacional de Crédito Agrícola en el gobierno de Luis Echeverría? “Por su oficio político y por la necesidad económica como exgobernador. Encinas no fue deshonesto en el manejo de los recursos del gobierno”, afirma Acuña. “Tuvo el gran mérito histórico de haber cambiado una decisión ya tomada en el antiguo sistema político mexicano, venció las estructuras de un partido hegemónico y de un Estado que difícilmente rectificaba sus decisiones”. Así de directo.
 
Acuña fue secretario general de la Universidad con Federico Sotelo como rector—ahí se ganó la simpatía y admiración de varias generaciones— magistrado del Supremo Tribunal de Justicia (1971-1973) en el gobierno de Faustino Félix Serna.
 
Al cambio de gobierno, Biébrich lo invita a continuar en el cargo y Acuña le explica sus razones para no aceptar.
 
Vuelve a la cátedra en la Universidad y de consejero universitario. Le toca la transición del rector Federico Sotelo Ortiz/Alfonso Castellanos. Una etapa muy tensa y complicada que Acuña ayuda a resolver con su gran autoridad moral y su profundo conocimiento del factor humano.
 
Vivió la caída del gobernador Biébrich —muy dolorosa—, la cual califica como “Un exceso, porque se quebró a una generación y el votante se desencantó”. Con el gobernador Samuel Ocaña, fue procurador de Justicia (1979-1983) —moralizó la procuraduría—, combatió la mala fama de la policía judicial y casi al terminar el sexenio regresó al Supremo Tribunal de Justicia como Presidente (1983-1985).
 
En 1994 la familia de Luis Donaldo Colosio lo recomendó ante el Presidente Salinas para que integrara “el grupo jurídico asesor con personas incuestionables” para que colaborara en la investigación del asesinato de Colosio” El grupo lo integraban Sergio García Ramírez, Raúl Carrancá y Rivas, Jesús Zamora Pierce, Olga Islas de González Mariscal y Acuña Griego.
 
¿Y no lo transformaron el éxito y los vaivenes de la vida en circunstancias de complejidad y tensiones que vivió?
 
Espeta: “Mi sueño siempre fue ser abogado y pelear por la justicia”. “Eran tiempos donde había vergüenza, se buscaba el imperio de la ley, había una idea ética, no reinaba la impunidad, no había tanto crimen organizado, y se buscaba el imperio de la ley, trabajé con abogados de la talla de César Tapia Quijada, que sabía mucho derecho”.
 
Afirman sus ex alumnos: “Era tan buen profesor, que en alguna ocasión acudieron a su domicilio para convencerlo de que regresara a la cátedra”, otro afirma: “Cada clase del maestro Acuña era como una conferencia magistral, no nos las perdíamos”. Así lo recuerdan.
 
¿Obsesión por el poder Don Pancho? “Nunca”. ¿Por el dinero? “Tampoco”. “Por la amistad sí, dice y también por conservar incólume la escala de valores: La vida, la salud, la ética, la lealtad”. “Mi auténtica riqueza consiste —dice—, en que no tengo anhelos incumplidos ni necesidades insatisfechas ni remordimiento de conciencia”.
 
“Me siento Tranquilo, con el apoyo de la familia, puedo superar las necesidades y preservar los valores”. “En el desempeño público quizá cometí algunos errores, pero no me arrepiento. No fueron errores con dolo; pero sí por vientos encontrados. En el servicio público—dice con su experiencia—, resulta sumamente difícil encontrar soluciones químicamente puras”, enfatiza.
 
Es Don Francisco Acuña Griego que ya con 87 años, se mantiene lúcido, objetivo y firme en ideas y convicciones con una autoridad moral fuera de serie y a juicio de muchos, uno de los mejores abogados que ha dado Sonora.   Sin duda.
 
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